Octubre 06, 2024
Arabia Saudita pidió a sus ciudadanos que no se acercaran a las zonas del Líbano que "presenciaran un conflicto armado" y les exigió que abandonaran rápidamente el territorio libanés.
Soldados libaneses Foto ilustración: Giorgio Montersino Wikimedia Commons CC BY-SA 2.0 «La embajada del reino (saudita) en la república libanesa advirtió a los ciudadanos que no estuvieran presentes y se acercaran a áreas que presenciaran conflictos armados, y les exigió que abandonaran rápidamente el territorio libanés», dijo la delegación en un comunicado publicado por la agencia oficial de noticias saudita, SPA.
La misma nota destacó la importancia de «adherirse a la decisión de evitar que los sauditas viajen al Líbano» y el «deseo de seguridad para todos» antes de añadir una serie de números de teléfono para contactar en casos de emergencia.
Arabia Saudita envía este mensaje cuando se cumple una semana del inicio de una serie de choques armados entre las facciones palestinas en el país mediterráneo.
Desde el sábado pasado, miembros del movimiento nacionalista palestino Fatah -encabezado por Abbás- y facciones islamistas se enfrentan en el campamento de refugiados de Ain el Helu, en el sur del Líbano.
Los enfrentamientos estallaron después de que hombres armados intentaran asesinar a un miliciano islamista y dejan ya varias decenas de heridos, al menos doce muertos, entre ellos un alto mando del movimiento nacionalista palestino Fatah identificado como el general de brigada Abu Ashraf al Armushi, y unos 2.000 desplazados si bien la ONG Save the Children eleva esta última cifra a 20.000.
Los niveles de violencia habían bajado este pasado miércoles tras alcanzarse un nuevo alto el fuego, pero los combates volvieron a reanudarse esa misma noche con intensidad, causando al menos una nueva baja en las filas de Fatah y un número indeterminado de heridos.
Ante esa situación, en esa misma jornada el primer ministro libanés, Najib Mikati, pidió al presidente palestino, Mahmud Abbás, el fin de los choques armados que suponen «una flagrante violación» de la soberanía del país.
Más de 470.000 refugiados palestinos están registrados con la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) en el Líbano, aunque se estima que solo algo menos de la mitad de ellos residen todavía en el país mediterráneo. EFE
Irán y Arabia Saudita anunciaron el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas, después de años de suspensión por los ataques sufridos en 2016 en las sedes diplomáticas del reino wahabí en Teherán y Mashhad.
Mohammad bin Salman Foto: Ron Przysucha / Departamento de Estado de EE. UU. vía Flickr Dominio Público El acuerdo entre las dos potencias chií y suní de Oriente Medio se ha cerrado en China, donde las dos partes mantenían negociaciones con el apoyo de Pekín.
Arabia Saudita e Irán, las dos principales potencias del golfo Pérsico, la primera musulmana suní y la segunda chií, han mantenido desde 1979 un pulso por la supremacía en la región tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán que lideró el Ayatollah Khomeini.
En paralelo existía una tensión permanente, ya que Riad es aliado de Washington, mientras que Teherán considera a EEUU como su principal enemigo junto con Israel.
En julio de 1987 las relaciones se deterioraron considerablemente hasta llegar a la ruptura tras la muerte de más de 400 peregrinos musulmanes, la mayoría iraníes, en enfrentamientos con la policía saudita en la ciudad sagrada de La Meca durante los rituales de «Al Hach», mientras se manifestaban contra Estados Unidos e Israel.
Irán llegó incluso a pedir el derrocamiento de la monarquía saudita, a la que acusó de descuidar la seguridad en los lugares santos del Islam.
En 1990, tres años después de los disturbios de La Meca, los dos países reanudaron sus relaciones diplomáticas una vez que Irán tomó una actitud neutral durante la crisis y guerra del Golfo y rechazara la ocupación de Kuwait por Irak.
Con la llegada al poder en Irán en 1997 del reformista Mohamed Khatamí, las relaciones mejoraron sustancialmente y se fortalecieron en mayo de 1999 con la visita de éste al reino wahabí, la primera de un presidente iraní desde la Revolución Islámica.
Ambos países comenzaron entonces a intercambiar visitas de ministros, hasta llegar a la firma de un acuerdo en materia de terrorismo en abril de 2001.
Sin embargo, la tensión se ha agudizado en los últimos años con los levantamientos y revoluciones en los países árabes, sobre los que mantienen posturas discrepantes, especialmente sobre Bahréin y Siria, y también debido a las protestas en demanda de derechos de la minoritaria comunidad chií saudita.
En Siria, Irán apoya al régimen de Bashar al Assad en su lucha contra los rebeldes sunníes, mientras las autoridades de Bahréin acusan a Teherán de dar soporte a la opositora y mayoritaria comunidad chíi que también protagonizó una revuelta social en 2011.
En marzo de 2013, las autoridades sauditas anunciaron que habían desarticulado una supuesta red de espionaje vinculada a Irán, con la detención de dieciocho personas.
Riad rompió relaciones diplomáticas con Irán el 3 de enero de 2016 tras el asalto a la embajada saudita en Teherán y su consulado en Mashhad y un día después de la ejecución del clérigo chií disidente saudita, Nimr Baqir al Nimr.
En junio de 2017 se abrió otra nuevo escollo después de que el régimen de Teherán vinculara a EEUU y a Arabia Saudita con los atentados perpetrados por el Estado Islámico (EI) que sesgaron la vida de 17 personas en el mausoleo del imán Khomenini en la capital iraní.
Otra nueva crisis afectó en septiembre de 2019 a cuatro países: Irán, Yemen, Arabia Saudita y EEUU después de que los rebeldes hutíes del Yemen lanzaran un ataque con diez aviones no tripulados contra dos refinerías de la petrolera estatal saudita Aramco, que le supuso reducir su producción en un 50 % y de los que EEUU acusó a Irán.
En abril de 2021, ambos países entablaron negociaciones en Bagdad y el 17 enero 2022, Teherán envió a tres diplomáticos a Riad como representantes ante la Organización de Cooperación Islámica (OCI), la primera vez en seis años tras la ruptura de relaciones.
En mayo del año pasado, el ministro iraní de Exteriores, Hosein Amir Abdolahian, confirmó que había habido «pocos pero buenos» progresos en las negociaciones para normalizar las relaciones bilaterales y en julio, tras varias rondas de encuentros en secreto en Irak a nivel de jefes de inteligencia y seguridad, acordaron celebrar una primera reunión de ministros de modo abierto y a nivel político.
El 21 de diciembre Abdolahian se reunió con su homólogo saudita, Faisal bin Farhan, en la conferencia «Bagdad-2» en Amán, la capital jordana, en el encuentro de mayor nivel entre los dos estados.
Finalmente este viernes Irán y Arabia Saudí anunciaron un acuerdo que restablece sus relaciones diplomáticas, según un comunicado conjunto que precisa que ambos países reabren sus embajadas respectivas «en dos meses». EFE
Saeed Khatibzadeh Foto Tasnim News Agency CC BY 4.0
El Ministerio de Exteriores de Irán acusó este jueves a Arabia Saudita de "distorsionar" la realidad para no rendir cuentas por sus crímenes y de cometer "errores de cálculo que han impuesto un alto precio a la región".
Así respondió Irán al discurso del rey saudita, Salman Bin Abdulaziz, en la Asamblea General de la ONU, en el que abogó por "una posición internacional firme ante el intento del régimen iraní de hacerse con armas de destrucción masiva, interferir en los asuntos internos de otros países y patrocinar el terrorismo".
El portavoz de Exteriores de Irán, Saeed Khatibzadeh, rechazó estas acusaciones del rey saudita como "infundadas" y rebatió que es Riad quien aplica "una política de juego de culpas para distorsionar la realidad y no rendir cuentas por sus crímenes".
Khatibzadeh denunció en un comunicado que Arabia Saudita es "la base y el lugar de nacimiento de las ideologías de los grupos terroristas takfiri (extremistas suníes) y el principal apoyo financiero y logístico del terrorismo en la región".
"El apoyo del régimen saudita a la política fallida de Estados Unidos de 'máxima presión' contra Irán y sus intentos de ampliar las relaciones con el régimen sionista usurpador de Israel (...) no solo no han logrado producir ningún resultado para Arabia Saudita sino que la han convertido en una criatura humillada entre los países árabes", subrayó.
Sobre el conflicto en el Yemen, en el que Riad y Teherán respaldan a bandos opuestos, el portavoz criticó que las palabras del rey saudita son "delirantes" y una forma de "eludir la responsabilidad por los crímenes de guerra que ha cometido contra las mujeres y los niños yemeníes".
Bin Abdulaziz acusó en su discurso de ayer a Teherán de apoyar "el golpe de estado" contra el presidente Abdo Rabu Mansur Hadi con su respaldo al grupo rebelde de los hutíes.
El portavoz de Exteriores iraní defendió que la política de su país es impulsar "el diálogo en la región" y promocionar las relaciones con todos los países vecinos".
Arabia Saudita e Irán, las potencias suní y chií que compiten por tener una mayor influencia en Oriente Medio, se responsabilizan con frecuencia de ser el origen de las crisis en la región y de patrocinar el terrorismo. EFE
Altos funcionarios de Israel, EEUU y EAU reunidos en Abu Dabi Foto: Ministerio de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos

El acuerdo para normalizar las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos denota sin lugar a duda el ocaso de una era y el nacimiento de otra nueva, incluyendo la aceptación del Estado judío por parte del mundo árabe como un actor político, económico y militar legítimo en la región.
Entre tanto, los palestinos, profundamente divididos, observan impotentes e indignados como sus hermanos árabes hacen fila para mejorar sus vínculos con Israel.
De hecho, algunos líderes palestinos han depositado sus esperanzas en un eventual triunfo del Partido Demócrata en las próximas elecciones norteamericanas, el 4 de noviembre, que haga retroceder el tren de la historia, cuando en realidad es precisamente el temor al ascenso del entorno del senador Joe Biden lo que ha precipitado la alianza entre Jerusalén y Abu Dabi.
Estados Unidos está abiertamente decidido a retirarse de la región. Simultáneamente, la presión del régimen de los ayatolas chiís iraníes y de los islamistas Hermanos Musulmanes en su versión turca, parece haber arrojado a los árabes a los brazos de Israel.
Evidentemente, de las tres principales potencias regionales: Irán, Turquía e Israel, ninguna es árabe.
De hecho, la nueva generación de jóvenes árabes parece en general más preocupada por las amenazas externas y por mejorar las condiciones de vida concretas que en las grandes narrativas ideológicas.
Tal como notara el periodista Avi Issacharoff, “ni siquiera Hamás es el mismo”. Como lo muestra en la última escalada de violencia, el grupo terrorista islámico volvió a centrar sus demandas en cuestiones concretas de gobernabilidad, fundamentalmente en recibir ayuda para combatir la creciente propagación del coronavirus en la Franja de Gaza, aumentar la asistencia monetaria que provee Qatar, el alivio del bloqueo y una serie de proyectos de infraestructura para reducir el desempleo en el enclave costero.
El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha señalado tras el anuncio del acuerdo con Emiratos que los palestinos han perdido su poder de veto para el establecimiento de relaciones entre Israel y el mundo árabe.
En este sentido, la apertura del espacio aéreo de Arabia Saudita y Bahréin a los aviones comerciales israelíes que cubrirán el trayecto entre Tel Aviv y Dubái o Abu Dabi, parece apenas la punta del iceberg de un proceso que se desarrolla bajo la superficie y que parece no tener vuelta atrás.

F-35I Adir de la IAF en su primer vuelo en Israel, Foto: Fuerza Aérea de Israel Mayor Ofer Wikimedia CC BY 4.0

La normalización de las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos tendrá ramificaciones estratégicas y políticas significativas para el Medio Oriente en su conjunto y para Israel en particular. Sin embargo, la posición regional de Israel se basa fundamentalmente en la percepción de su superioridad tecnológica y militar y no en la naturaleza fluida de los acuerdos políticos reversibles. En el Medio Oriente los tratados de paz, como muestran los ejemplos de Egipto y Jordania, deben protegerse mediante arreglos de seguridad que desalienten su violación en lugar de proporcionar capacidades militares que algún día, bajo un cambio de liderazgo e intención, alienten a desafiar Israel.
Tras el reciente anuncio del acuerdo para normalizar las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) se eliminó un obstáculo importante en el camino del envío del avión de combate F-35 a los EAU. Después de una sesión informativa clasificada sobre el F-35 para el ejército emiratí, el presidente Trump indicó públicamente que está considerando seriamente la entrega del F-35 a este Estado del Golfo. "Les gustaría comprar F-35", declaró en una reciente conferencia de prensa. "Veremos qué pasa. Está en revisión". Al mismo tiempo, los funcionarios de la Administración están tratando de asegurar a Israel que Estados Unidos garantizará su ventaja militar cualitativa (QME) en cualquier futuro acuerdo de armas con los Emiratos Árabes Unidos.
Sin duda, la venta sería un impulso para la política de Trump de aumentar las exportaciones de armas de Estados Unidos. Los muchos miles de millones de dólares que valdría tal acuerdo podrían ayudar a compensar la eliminación de Turquía del programa F-35, luego de su compra de misiles tierra-aire rusos avanzados y contribuir a bajar el costo por unidad. Al mismo tiempo, aseguraría a los socios regionales de Washington su continuo apoyo a largo plazo y enviaría un mensaje a Irán de que Estados Unidos defenderá a sus aliados del Golfo. Además, significa el reconocimiento de Washington por el papel de los EAU en la propuesta del "Acuerdo del siglo" de la Administración Trump.
Sin embargo, la entrega del F-35 a los Emiratos Árabes Unidos tendrá consecuencias adversas significativas para Israel que deben tenerse en cuenta.
En primer lugar, tal decisión representaría una digresión significativa del compromiso histórico de Estados Unidos de preservar el QME de Israel. Según la legislación estadounidense, garantizar el QME de Israel significa proporcionarle medios y capacidades militares que van más allá de los sistemas de armas proporcionados por Estados Unidos a los países árabes, independientemente de su intención declarada hacia Israel.
En el volátil Medio Oriente, las circunstancias y las intenciones cambian mucho más rápidamente que las capacidades. Ejemplos de la historia reciente de la región incluyen la llamada "Primavera Árabe" y el ascenso y caída del régimen de la Hermandad Musulmana en Egipto, y el giro islamista antagónico de Turquía. El primero era signatario de la paz con Israel y el segundo era un socio cercano de Israel en la región. Los tratados de paz de Israel con Egipto y Jordania son limitados y susceptibles a la hostilidad pública. Dada esta vulnerabilidad innata, Estados Unidos se ha abstenido hasta la fecha de proporcionar a Egipto y Jordania sus capacidades militares más avanzadas, salvaguardando así la superioridad militar de Israel frente a sus actuales socios de paz.
En segundo lugar, la decisión de enviar el caza furtivo F-35 a los Emiratos Árabes Unidos sería un precedente que sería imposible no extender a otros estados del Golfo, especialmente a Arabia Saudita, el principal socio de Washington y cliente de armas en el Golfo. Los saudíes quieren comprar el F-35, y sería imposible que Estados Unidos lo entregase a Abu Dabi y no a Riad. En consecuencia, la superioridad aérea de Israel, un requisito previo esencial para la conservación de su QME general, se verá socavada. Una vez que se cruce este umbral, será más difícil para Washington negar otros sistemas de armas altamente avanzados a Egipto, Jordania o Marruecos.
Incluso si la versión del Golfo del F-35 fuera degradada, aún proporcionaría capacidades operativas de comando y control, centralidad en red y sigilo de quinta generación que cambiarían el juego de tal manera que socavarían las ventajas de Israel. Estas capacidades incluyen la interconectividad entre los cazas de quinta y cuarta generación, lo que hace que los cientos de cazas avanzados de cuarta generación ya existentes en las Fuerzas Aéreas árabes y del Golfo sean aún más letales. La única capacidad aérea que podría superar al F-35 es el F-22, pero hasta ahora Estados Unidos se ha negado a entregar esa capacidad a Israel.
En tercer lugar, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita no tienen una necesidad militar real del F-35, y sus F-16, F-15 y Eurofighters de cuarta generación existentes, con sus avanzados radares, aviónica, misiles aire-aire y aire-tierra son más que un rival para la anticuada Fuerza Aérea de Irán. La presencia de Estados Unidos en el Golfo proporciona una disuasión adicional si los iraníes lanzaran un ataque a gran escala. El ataque de septiembre pasado a las estratégicas instalaciones de procesamiento de petróleo del este de Arabia Saudita por parte de Irán ilustra la necesidad de los Estados del Golfo de mejorar las capacidades defensivas en lugar de los medios para llevar a cabo ataques furtivos sorpresa. Además, proporcionar a los Estados del Golfo el F-35 podría animarlos a actuar contra Irán y posiblemente arrastrar a Estados Unidos e Israel a las consecuencias. Según esta línea de pensamiento, Estados Unidos ha tenido cuidado de no proporcionar a Taiwán capacidades ofensivas que pudieran envalentonarlo contra China y solo recientemente acordó venderle cazas F-16V.
En cuarto lugar, aceptar liberar el F-35 a los Estados del Golfo podría aumentar inadvertidamente la amenaza iraní contra esos Estados al desencadenar acciones ofensivas iraníes en los años previos a la llegada del avión de combate a sus destinos. Este desarrollo podría aumentar el potencial de enredo de Estados Unidos en un momento en que busca reducir su presencia regional, no aumentarla. Además, tal anuncio, en el contexto de la falta de extensión del embargo de armas contra Irán, impulsaría los esfuerzos de China y Rusia para suministrar a Teherán sus versiones de plataformas aéreas avanzadas.
Precedentes históricos
La historia de las ventas de armas avanzadas al Golfo y a los países árabes, ambos antes y después de la legislación QME de 2008, muestra que, si una Administración estadounidense es inflexible y está dispuesta a presionar fuertemente en el Congreso, eventualmente logrará aprobar tales acuerdos. Los anteriores intentos de Israel y de los grupos de presión pro-israelíes para evitar la venta de armas a los países árabes lograron retrasarlas o mitigarlas, pero no evitarlas por completo.
En 1978, por ejemplo, Estados Unidos acordó vender a Arabia Saudita sesenta aviones caza F-15. Para superar la esperada oposición incondicional israelí y del Congreso, la Administración Carter prometió que la venta no incluiría cápsulas de combustible externas y estantes de bombas para reducir su capacidad ofensiva contra Israel. El Congreso aprobó el acuerdo en gran parte debido a esta garantía. Sin embargo, dos años después, tras el derrocamiento del shá en Irán, la Administración Carter se retractó de esta garantía, pero tuvo que retrasar una decisión sobre la expansión del paquete F-15 a Riad debido a las inminentes elecciones presidenciales.
Después de su investidura, el presidente Ronald Reagan decidió aprobar la venta de cápsulas de combustible y bastidores de bombas, así como los modernos misiles aire-aire Sidewinder. Dada la fuerte oposición de Israel y el Congreso, Reagan retrasó temporalmente la venta. Aún así, en abril de 1981, no solo revivió el paquete F-15 extendido, sino que agregó cinco aviones de patrulla AWACS, siete camiones cisterna de reabastecimiento de combustible KC-135, estaciones de radar en tierra y sofisticado equipo adicional. Aunque se enfrentó a una feroz oposición, Reagan logró persuadir a suficientes senadores para obtener la aprobación del paquete en octubre de 1981.
En 2010, la Administración Obama decidió vender 154 aviones F-15 avanzados a Arabia Saudita. Una vez más, Israel no pudo evitar la venta, pero logró compensarla con la entrega del F-35. El exsecretario de Defensa Robert Gates se refiere a esta compensación cualitativa en sus memorias, escribiendo que entre las medidas tomadas “para asegurar que el QME de Israel no se viera disminuido por la venta del F-15 a Arabia Saudita… venderíamos a Israel el mismo modelo F-35 Joint Strike Fighter que íbamos a proporcionar a nuestros aliados de la OTAN". En parte, la posición de Israel frente a la Administración de Obama se fortaleció debido a la legislación QME, que requirió que la Administración afirmara que la QME de Israel no se vería socavada por la venta propuesta.
Los ejemplos anteriores ilustran las principales vías de influencia con las que Israel puede intentar bloquear o influir en la venta del F-35 a los Estados del Golfo. La vía principal es el compromiso con la Administración. Israel no solo debe oponerse enérgicamente a cualquier venta de F-35 a la región, si no también permitir que la Administración presente sus planes para mantener el QME de Israel si se aprueba dicho acuerdo. Dada la posición de Israel entre los partidarios evangélicos del presidente Trump, Jerusalén puede estar en condiciones de solicitar que tales discusiones se pospongan hasta después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre.
En segundo lugar, Israel debe comprometerse activamente con el Congreso sobre este tema. Cuanto más apoyo obtenga Israel en el Congreso, más fuerte será su mano frente a la Administración. Una vez más, aunque el Congreso nunca ha bloqueado con éxito una importante venta de armas propuesta, ha afectado el momento y la composición de dichas ventas. Al expresar una fuerte oposición, ha disuadido a los presidentes de posponer formalmente ciertas ventas de armas.
Sin embargo, en un enfrentamiento entre el presidente y el Congreso, el primero tiene la ventaja, a menos que se pueda movilizar una mayoría de dos tercios en ambas cámaras para anular un veto presidencial e impedir una venta. El uso reciente por parte de la Administración Trump de las autoridades de emergencia para eludir la oposición del Congreso a vender armas a Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Jordania, demuestra la ventaja que tiene una Administración determinada sobre el Congreso. Sin embargo, dadas las fuertes críticas que generó este paso, puede ser políticamente difícil para la Administración repetir esta maniobra en el caso de los F-35.
Incluso después de tener en cuenta las ventajas estratégicas y políticas del acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, el sistema de defensa israelí continúa oponiéndose rotundamente a la entrega del F-35 a los Estados árabes y del Golfo. Queda por ver si Washington prestará atención a esta objeción en sus deliberaciones políticas y posteriores discusiones en el Congreso.
Fuente: BESA Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos
Shimon Arad es coronel retirado de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Sus escritos se enfocan en cuestiones de seguridad regional.
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