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La pandemia del COVID-19 está causando una revolución en línea, una que brinda oportunidades pero también crea riesgos. La vigilancia de personas infectadas y en cuarentena a través de aplicaciones móviles está ayudando a frenar la propagación del contagio, pero contiene una amenaza implícita a la privacidad. La seguridad cibernética se está probando a medida que los piratas informáticos buscan formas sin precedentes de utilizar la situación para atacar gobiernos, empresas e individuos.
La identificación y el aislamiento de las personas infectadas y en cuarentena por el coronavirus (COVID-19), así como las personas con las que han estado en contacto, se consideran una prioridad en la lucha internacional contra la pandemia. Las políticas gubernamentales difieren en los métodos de monitoreo de estos ciudadanos y los términos legales bajo los cuales sus datos se pueden mantener y compartir.
Un artículo de The New York Times analiza las prácticas de vigilancia en línea que se aplican actualmente en Australia, China, Italia, México, Singapur, Corea del Sur y EE. UU. para rastrear los movimientos de los pacientes con coronavirus o enviar mensajes de advertencia. En Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu anunció que todos los medios, tanto tecnológicos como digitales, se utilizarán para combatir la propagación del virus.
En circunstancias normales el uso de herramientas de vigilancia en línea provocaría un debate inmediato e intenso sobre las implicaciones en la privacidad. La misión de la Iniciativa Global Pulse de la ONU es garantizar que la big data, la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes se aprovechen de manera segura y responsable para el bien público.
Pero en este momento, salvar vidas se considera una preocupación más urgente. Un estudio de marzo de 2020, realizado en la Universidad de Oxford, muestra que varios métodos de contacto directo en línea, incluido el rastreo instantáneo de contactos de primer grado y la práctica de informar a los usuarios cuándo pueden moverse de manera segura o cuándo deben buscar ayuda médica y evitar a las personas vulnerables, tienen el potencial de detener la propagación de la epidemia si son utilizadas correctamente y por suficientes personas.
Un equipo de expertos en investigación médica y bioética de la misma institución está apoyando a varios gobiernos europeos en su esfuerzo por diseñar una aplicación móvil de coronavirus para el rastreo instantáneo de contactos. En Israel, el Ministerio de Salud ya lanzó una aplicación telefónica para ayudar a prevenir la propagación del virus.
El uso de Internet en la era del coronavirus crea oportunidades y riesgos, y esos riesgos se extienden más allá del potencial de uso indiscriminado e irresponsable de los datos por parte de gobiernos o empresas. Según Reuters, piratas informáticos intentaron ingresar a la Organización Mundial de la Salud a principios de marzo. El Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. también fue atacado, y el Centro Canadiense de Seguridad Cibernética emitió un alerta sobre los riesgos para las organizaciones nacionales de salud que participan en la respuesta al coronavirus.
Las armas cibernéticas y biológicas se pueden combinar con intenciones maliciosas y resultados potencialmente desastrosos. Como reflejo de esta preocupación, la ciberseguridad se menciona en la Estrategia Nacional de Biodefensa de Estados Unidos. Erel Margalit, fundador y presidente de Jerusalem Venture Partners, llega a argumentar que, aunque no hay pruebas de que el virus actual sea el resultado de un ataque cibernético, podría llegar a serlo.
Si bien los orígenes del coronavirus aún se están debatiendo e investigando, un nuevo estudio en [la revista científica] Nature califica como "improbable" el escenario de una creación de laboratorio. Pero incluso si el virus no es un arma biológica, la cuestión de la ciberseguridad que rodea su brote está lejos de ser trivial. Los ciberdelincuentes buscan formas de capitalizar las crisis, incluidos escenarios de pandemia como el coronavirus. La seguridad nacional podría verse en peligro ya que los políticos, diplomáticos y oficiales militares se verían obligados a sustituir el teletrabajo y las cumbres virtuales por reuniones cara a cara. Las oficinas bien equipadas [con ciberseguridad] no se utilizan a medida que los usuarios recurren al acceso remoto y la conectividad a través de computadoras y teléfonos inteligentes. Se han tomado medidas en la mayoría de los países para garantizar la seguridad de las comunicaciones en línea, pero los esfuerzos para interceptar las conversaciones ciertamente se multiplicarán. El descuido y las debilidades en los enlaces de comunicación son regalos para los hackers.
Los empleados de los sectores público y privado deberán trabajar desde casa durante un largo período. A menos que sus agencias, organizaciones o compañías les hayan proporcionado herramientas y aplicaciones seguras, sus datos serán fáciles de robar. La experiencia de Israel para prevenir esto puede ser beneficiosa para otros países.
Los peligros pueden ser financieros, como fugas de tarjetas de crédito e incumplimiento de cuentas bancarias privadas. Interpol ha advertido sobre el fraude financiero a través de estafas de phishing y llamadas falsas sobre supuestas curas médicas, donaciones internacionales, ayuda estatal o exenciones de impuestos. Y existe otro peligro: los piratas informáticos pueden acceder a información genética privada, ya sea para chantajear empresas o individuos para obtener dinero a cambio de la no publicación de datos sensibles o para vender información a las partes interesadas.
El coronavirus no solo afecta la salud pública y la economía. También está trayendo otros desafíos a la vanguardia, tales como el manejo de la repentina revolución "virtual". Cuando termine la pandemia, los líderes mundiales deberán trabajar juntos para mejorar la alfabetización digital y la gobernanza cibernética internacional. La pregunta es si Internet se convertirá en una nueva frontera para la cooperación o en un campo de batalla competitivo.
El Dr. George N. Tzogopoulos es investigador asociado de BESA, profesor de la Universidad Democritus de Tracia y profesor visitante del Instituto Europeo de Niza.
Fuente: The Begin Sadat-Center for Strategic Studies
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